El respeto es de todos
- Itsaso Acaz Iriarte
Un crío tiene que pedir perdón por tirar el zumo al suelo. Un bebé tiene que pedir perdón por llorar en un vuelo de 12 horas. Yo, como estudiante, tengo que pedir perdón por llegar tarde y tengo que pedir permiso para salir del aula. Pero a una cuadrilla de padres “orgullosos” de sus hijos se les permite entrar y salir de la sala de actos en plena función con un par de copas de más, como si estuviesen en el Sadar. Hace poco tuve el honor de ver a mi hermana subir al podio por primera vez en la vida. Pero mi orgullo se vio interrumpido por tres maleducados (por no decir otra cosa) que decidieron que lo mejor que podían hacer era salir durante el recital a fumarse un “piti” (no sabía yo que la “piti-pausa” estuviese de moda entre los mayores) y volver a entrar, repito, como si estuvieran viendo un partido de fútbol. Luego son ellos los que me piden que dé las gracias o pida perdón.
Señor, tener 50 años y 2 hijos no le exime de ser educado y menos de respetar a los padres que sí que están orgullosos de las personas encima del escenario. A los que les da lo mismo pasar 10 horas sentados, no precisamente en el sofá de casa, para ver a sus niñas actuar dos minutos, si no quieren estar, no estén; las puertas no se cierran hasta las 11.
Itsaso Acaz Iriarte