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Una mochila y una coraza para el día a día en Pamplona

  • Laura Arribas Berendson
Publicado el 15/04/2025 a las 07:21
Además de la mochila de supervivencia que recomienda la Unión Europea para paliar las 72 horas después de una catástrofe nuclear, una invasión de los rusos o de los americanos, o, tal vez, una visita de los extraterrestres, sabe Dios, a este paso cualquier asunto se hace creíble salpimentado con el miedo. Pero, como decía, además de la mochila de supervivencia, en Pamplona tendremos que agenciarnos, pero ya, una coraza que nos permita sobrevivir a los caprichos, las medidas, probatinas, no sé cómo llamarlo, del señor Asiron. El alcalde, sí, de nuestra ciudad. No sé de qué material haremos la coraza, pero hará falta, además, una gran dosis de paciencia, un ojo avizor con capacidad de crítica y un gran espíritu de supervivencia, mucho más allá de las 72 horas.
¿Para quién gobierna el señor Asiron y ante quién pliega su voluntad? ¿Es una pieza más del sanchismo devastador que sufrimos en España? Esto es una señal más. Yo, la verdad, no conozco la calle Eusa, pero ¿cómo puede el señor Asiron eliminar de un plumazo al arquitecto Víctor Eusa del callejero de Pamplona? Él, que urdió la fisonomía de esta ciudad y trabajó en ella hasta su muerte. ¿Cómo puede el señor Asiron eliminar del callejero de Pamplona a Ángel María Pascual y al General Los Arcos? Navarros que trabajaron, lucharon, vivieron y murieron en Navarra y por Navarra. Poco a poco, paso a paso, él quiere destruir la ciudad y borrar de un plumazo todo lo que le suene a tradición y bien hacer.
Vivir el día a día en Pamplona está lleno de sobresaltos. Estamos sujetos al vaivén de las propuestas de Asiron que interfieren con la calma y la calidad de vida en la ciudad. Vida que nos exige una dosis añadida de cordura y de templanza interior para no desbarrancar en la nostalgia y la desesperanza.
Ahora se ensaña con Víctor Eusa Rasquin. Él fue el arquitecto más influyente de Navarra durante gran parte del siglo XX, y su legado se encuentra por toda la ciudad. Su influencia en Pamplona es comparada con la de Gaudí en Barcelona. Era un hombre de fe que incorporaba símbolos cristianos en muchas de sus obras y contribuyó al perfil arquitectónico de Pamplona. Pero esto, ya sabemos, no le gusta nada al señor Asiron. Me pegunto, ¿qué hace él dirigiendo los destinos de una ciudad a la que no ama? ¿Es que va a destrozar todo lo que no le gusta con su visión sesgada y manipulada de una ideología transitoria? No se puede gobernar con odio ni con rencor. No se puede gobernar si no se ama a la ciudad en la que uno vive. ¡Navarros de bien, uníos! Las castañas empiezan a quemar.
Asiron no tiene autoridad para borrar y reescribir la historia desde el poder usurpado, una pieza más del puzle sanchista, apoyado por movimientos que ocupan las posiciones más controvertidas del espectro político, en el peor de los formatos Frankenstein. Como decía Enrique Maya en el Diario de Navarra del domingo, “si alguien carece de legitimidad para trabajar en ello es el actual alcalde y su partido, que solo alumbran la memoria lejana, la de hace 90 años, pero no quieren mover la más cercana, la de los asesinatos de eta, a cuyos miembros homenajean siempre que pueden, y lo hacen con orgullo”.
Todo en la ciudad recuerda al arquitecto Eusa, señor alcalde. Por mucho que quite el nombre a la calle. Al contrario, ha surgido en mí una necesidad apremiante de conocer en profundidad toda la obra de este gran arquitecto y que nos da el encuentro por toda la ciudad. Nunca lo podrá erradicar del espíritu navarro. Nunca. Alguien decía por ahí que debe de ser muy molesto para Asiron vivir en una ciudad en la que vaya por dónde vaya, se topa con la huella milenaria de la tradición que tanto aborrece. Todos cabemos en esta tierra, señor alcalde, pero sin destruir la historia.
No deje destrucción a su paso por Pamplona. Respete la tradición, respete los momentos históricos, respete a los navarros y dedíquese a lo que de verdad hace falta en Pamplona. Parafraseando a Aristóteles me atrevo a decirle, trabaje para conseguir el bien común de sus ciudadanos y para promover una vida virtuosa en la ciudad.
Laura Arribas Berendson
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