Francisco Espoz y Mina, militar y político liberal

Francisco Espoz y Mina (Idocin 1781-Barcelona 1836) es una de las figuras históricas más relevantes de la historia del siglo XIX de Navarra y de España. Su progresión desde simple voluntario del corso terrestre en la Guerra de Independencia contra el invasor francés hasta comandante general de la guerrilla, mariscal de campo, senador del Reino, capitán general y virrey de Navarra constituye un intenso relato donde se combinan la astucia, el liderazgo, la ambición y un extraordinario olfato político. Su liderazgo militar fue determinante en las operaciones militares desarrolladas contra el invasor francés entre los años de 1808 y 1814. En la postguerra destacó como militar en apoyo de la causa constitucional y en la transición de un régimen absolutista hacia uno liberal representado en la regente, la reina María Cristina de Borbón, y posteriormente en la joven reina Isabel II. LA INVASIÓN FRANCESA. FRANCESA ESPOZ VOLUNTARIO EN EL BATALLÓN DE DOYLE. AÑO 1808 Francisco Espoz Ilundáin Mina nació en Idocin en 1781, hijo de Juan Esteban Espoz y Mina y María Teresa Ilundáin. Su familia se dedicaba a la agricultura y, al quedar huérfano a los catorce años, prosiguió con este desempeño en la explotación familiar. Esta vida predestinada y de calma terminará en 1808 debido a la invasión francesa de España. Como se puede extraer en sus memorias, publicadas por su viuda Juana de Vega, “Vivía yo en el seno de la más profunda paz y una tranquilidad perfecta, cuando las revueltas y convulsiones de la patria, en los principios de 1808, vinieron a robarme esta felicidad de que gozaba”. De esta manera, Espoz contemplaba con veintiséis años como el 9 de febrero de 1808 los franceses entraban en Pamplona cometiendo gran cantidad de abusos. En este contexto y tras los sucesos del dos de mayo de 1808 acaecidos en Madrid y Aranjuez, los pamploneses comenzaron a urdir la rebelión contra el invasor. Los más jóvenes optaron alternativamente por unirse a los defensores de Zaragoza o integrarse en pequeñas bandas que combinaban el bandolerismo y la guerrilla patriótica. A Francisco Espoz no le atrajo ni una ni otra opción, y el 8 de febrero de 1809 se alistó como soldado en el batallón de Doyle (un aventurero inglés) en la ciudadela de Jaca. Tras la capitulación de esta plaza ante los franceses el joven voluntario consiguió escapar y se unió a la milicia llamada Corso Terrestre de Navarra. Esta unidad guerrillera liderada por su sobrino Javier Mina, conocido como Mina El Mozo, estaba formada por seiscientos infantes y sesenta jinetes. ESPOZ ASUME EL MANDO DEL CORSO TERRESTRE El 29 de marzo de 1810 los franceses sorprendieron a la guerrilla en Labiano y capturaron a Javier Mina. Espoz logró escapar con otros seis guerrilleros, mientras los demás supervivientes se dispersaron, volviendo unos a sus casas y otros uniéndose a las otras guerrillas existentes. Los seis que escaparon con Espoz le eligieron como jefe, basados fundamentalmente en el parentesco que le unía a su anterior jefe, puesto que hasta entonces no había ejercido ningún mando en ella. Juntos marcharon a Lacunza, donde Sádaba, otro guerrillero, tenía reunidos cuatrocientos hombres. Espoz les convenció para que le reconocieran al mando de ellos, nombró a Sádaba su ayudante y allí arrancó como jefe de una guerrilla independiente. Desde este momento Espoz destacó por sus dotes de mando y capacidad de diálogo, siendo capaz de unir todas las partidas que operaban en Navarra. En poco tiempo se mostró como un hábil combatiente dotado de un especial talento para la guerra irregular. Al frente de este corso inicial de tres mil hombres, expandió sus operaciones desde Navarra a Aragón, Castilla y Gipuzkoa. Espoz se esforzó en lograr el reconocimiento oficial de su mando y logró que la Junta de Castilla y Aragón, reunida en Peñíscola, le designara el 23 de abril de 1810 sucesor de su sobrino El Mozo. Desde este momento se le unieron otros jefes de partida como Gregorio Cruchaga, que sería su segundo al mando del Corso. LA GUERRILLA. GESTIÓN DE LOS RECURSOS E INFORMACIÓN Tan interesante resulta el desarrollo de sus acciones guerreras como su imaginativa dirección de los asuntos civiles. Espoz inventó una hacienda que le permitiera sufragar la supervivencia de su ejército sin tener que recurrir al pillaje, creó aduanas sobre los pasos fronterizos cobrando el normal peaje a los comerciantes que transitaban por ellos y cobró diezmos; y así calzó, vistió y pagó a sus soldados. Cuando pudo, estableció fábricas de armas y municiones que se movían sin cesar para escapar a la persecución francesa, estableció hospitales y hasta instituyó tribunales de justicia civiles y eclesiásticos en el territorio que controlaba. Sus operaciones militares descansaron siempre en un perfecto conocimiento de las intenciones y movimientos del enemigo. Estableció una red de confidentes en todos los lugares que contaban con guarnición francesa; esa red de confidentes se complementaba con otra de vigilantes establecida en los puntos dominantes del terreno para controlar los movimientos del enemigo. No era sólo el valor en combate la razón de sus victorias, sino la esmerada preparación de las acciones y el cuidado de sus hombres. LA DIVISIÓN DE NAVARRA. EL CORSO SE CONVIERTE EN UNIDAD MILITAR REGULAR La regencia nombró a Espoz Coronel graduado a la vez que le reconocía como comandante general de las guerrillas de Navarra. A partir de enero de 1811, su división adoptó la organización del ejército regular. Cada uno de sus tres batallones ya contaba con mil doscientos hombres. Otra preocupación de Espoz fue, junto a la consolidación de organización regular, la instrucción militar de sus hombres, tanto en la instrucción individual y guerrillera como en el orden de combate para hacer frente a las unidades francesas en campo abierto. Espoz creó academias de oficiales y ordenó que las tropas realizaran ejercicios tácticos mientras no se encontraran de servicio. El 19 de noviembre de 1811 Espoz ascendió a brigadier y el 7 de septiembre de 1812 la Regencia le nombró comandante general del Alto Aragón a la izquierda del Ebro. Este nombramiento vino a dar reconocimiento oficial a la situación en que se encontraba, pues tanto el territorio alavés como el aragonés formaban parte de su zona de acción. Al aproximarse los aliados a Vitoria, el general inglés Wellington ordenó a Espoz que fijara con sus acciones a los efectivos del general Clausel, restándolos así a la masa de maniobra francesa reunida en las proximidades de la capital alavesa. De esa manera, Espoz contribuyó al éxito aliado en esa trascendental batalla del 21 de junio de 1813 en Vitoria. El 4 de julio, después de ocupar Tudela, se dirigió a Zaragoza, donde entró al amanecer del día 9 después de derrotar a su guarnición francesa. El 19 de abril de 1814 se firmó el armisticio entre los mariscales Soult y Wellington. EL FINAL DE LA GUERRA DE INDEPENDENCIA. ESPOZ COMIENZA SU LUCHA CONTRA EL ABSOLUTISMO La Guerra de Independencia terminó para Espoz en plena gloria, pero la Regencia previa al regreso del deseado monarca Fernando VII le obligó a disolver sus tropas, desestimando la pretensión de que sus tropas voluntarias fuesen reconocidas como unidades de línea o regulares y fuesen reconocidos todos los empleos militares obtenidos por sus mandos durante la contienda. Ninguna de las pretensiones de Espoz se cumplió, ordenándosele por el contrario pasar a la situación de retiro con el empleo de General y entregar el mando del ejército del alto Aragón a Palafox. Espoz se presentó en la Corte con el ánimo de enderezar las cosas, pero fue recibido fríamente y se le confirmó la imposibilidad de cumplir la promesa a sus tropas de ser regularizadas. En este contexto de regreso del absolutismo y de promesas incumplidas el monarca Fernando VII derogó la Constitución de Cádiz mediante decreto real en mayo de 1814; es posiblemente en este momento cuando Mina abrazó la causa liberal, tal vez en un arrebato más que en un propósito serio de conseguir la vuelta de la Constitución de 1812, aunque lo justifique así en sus memorias. Entró en contacto con elementos enemigos del rey Fernando VII y en el año 1814 urdió un plan para apoderarse de Pamplona por la noche tomando la Ciudadela, pero los oficiales de guarnición en Pamplona se negaron a secundar los propósitos de su antiguo general. Por todo ello tuvo que exiliarse a Francia, participando desde allí en todas las conspiraciones que allí se urdieron contra el absolutista rey Fernando VII, mano a mano con su amigo el conde de Toreno y otros insignes emigrados que pertenecían a la masonería. Entre otras, participó en la desmantelada Conspiración del Triángulo, que pretendía secuestrar al rey Fernando VII y obligarle a jurar fehacientemente la Constitución de Cádiz. En estos años de su primer exilio Espoz se convirtió en un político liberal y conspirador; fueron años en los que sintió la necesidad de instruirse políticamente y, como el mismo escribió en sus memorias, “Me dediqué en cuerpo y alma a leer para adquirir todos aquellos conocimientos con que algún día espero ser útil a mi patria”. Cuando en 1820 se produjo triunfó el alzamiento liberal del Comandante Rafael Riego, sus ramificaciones se extendieron por toda España y Francia. Espoz pasó a Navarra para secundar dicho alzamiento y proclamar la Constitución de Cádiz en Santesteban en marzo de 1820. Dados estos acontecimientos, el 9 de marzo de 1820 el rey Fernando VII se vio obligado a jurar la constitución de 1812. EL TRINEO LIBERAL. LA LUCHA CONTRA LA INSURGENCIA REALISTA (1820-1823) Con la llegada del Trienio Liberal, Espoz fue nombrado capitán general de Navarra, pero pidió ser destinado a la Capitanía General de Galicia, precisamente para no verse obligado a luchar contra sus paisanos, que eran mayoritariamente contrarios a la Constitución. En 1822 el Gobierno le encomendó el mando de las tropas que peleaban contra la insurgencia realista en Cataluña. Condujo las operaciones militares de manera magistral y fue promovido al empleo de teniente general y condecorado con la Cruz Laureada de San Fernando por el asalto y toma de la ciudadela de la Seo de Urgel. Cuando se produjo la invasión de los Cien mil hijos de San Luis, el ya conocido popularmente como general Mina fue unos de los pocos que ofreció resistencia a las tropas enviadas por la Santa Alianza para restablecer a Fernando VII como monarca absoluto. Mina organizó una eficaz resistencia de Barcelona y del resto de las plazas del Principado que permanecían en manos de los liberales, pero al cabo de cuatro meses de obstinada resistencia Barcelona quedó como único foco liberal de toda España. Firmó una capitulación muy honrosa y acompañado por otros jefes y oficiales embarcó hacia Inglaterra para comenzar un nuevo exilio, siendo recibido allí como un héroe de la libertad frente a las fuerzas de la santa alianza. EL EXILIO INGLÉS. LA DÉCADA OMINOSA (1823-1833) Al llegar a su exilio en Inglaterra fue recibido con gran cordialidad, pues los británicos recordaban con gran cariño a Mina y sus acciones junto a las tropas inglesas durante la Guerra de Independencia. El periódico The Times le dedicó un artículo calificándolo como un hombre “valiente y sabio”, que combatió a los agresores de su patria en compañía de lord Wellington. Instalados en Londres, Mina y diversos emigrados formaron una junta encargada de mantener viva la llama del retorno a España de las libertades, de la que eran miembros sus amigos Agustín de Argüelles, el Almirante Cayetano Valdés y Ramón Gil de la Cuadra. Mina permanecerá en Inglaterra hasta 1830 y se trasladó ese año a Francia. En octubre de 1830 las tropas alistadas por la Junta liberal de Bayona pasaron desde Francia a Bera, se apoderaron de la villa y se dirigieron hasta Irún, pero se retiraron de allí al comprobar que la gente no se unía a su intento. Tras este fracaso regresó a Londres y allí llegó la noticia de que la reina María Cristina había pasado a encargarse de la gobernación ante la imposibilidad de Fernando VII. La Regente otorgó una amnistía para todos los emigrados por cuestiones políticas y el general Mina fue incluido en ella después de adherirse al nuevo Gobierno liberal y ofrecerse en términos dignos a la reina niña Isabel II. LA REGENCIA. REGRESO A ESPAÑA Y MUERTE DE ESPOZ Y MINA (1834-1836) Finalmente, en agosto de 1834 el general Mina y su mujer abandonaron Inglaterra rumbo a España, donde recibió el mando del Ejército en Navarra, siendo nombrado además virrey. El General Rodil dirigía las operaciones del ejército que operaba en las entonces llamadas Provincias Vascongadas y Navarra contra la insurgencia absolutista liderada por el infante Carlos María Isidro de Borbón, cuyo ejército era comandado por el general Zumalacárregui. El escaso éxito de Rodil motivó su cese y Mina se hizo cargo del mando directo el 30 de octubre. En 1835 planteó una expedición para socorrer a Elizondo de las tropas carlistas y allí tuvo lugar la disputada acción del monte de Larremiar, en la que Mina pudo librarse del cerco en el que se encontraba sometido por Zumalacárregui, aunque experimentó unas 300 bajas y resultó herido. Su estado general de salud empeoró, al padecer posiblemente un cáncer de estómago. Este hecho, unido a la falta de medios para luchar contra los carlistas, le obligaron a solicitar su relevo y sucesión por el general Valdés, que fue aceptada. Uno de los mayores elogios de Mina en esta etapa lo hizo su entonces mayor enemigo, aunque antiguo compañero de lucha contra los franceses, Zumalacárregui, quien en una proclama redactada tras conocer su relevo dijo: “Dios nos ha presentado, por el contrario, a Mina, que era el único que podía balancear nuestra victoria. Solamente Mina podía detener sobre los bordes del abismo el trono vacilante de la débil criatura que quieren imponernos por reina. Mina, que a la energía, a la actividad y a su talento militar reúne una reputación colosal y por cuyas venas corre sangre navarra, acaba de caer”. Cuando llegó al poder en 1835 el Gobierno progresista de Juan Álvarez Mendizábal, amigo de Mina y compañero suyo de exilio en Londres, éste le ofreció la Capitanía General de Cataluña. Allí Mina condujo operaciones militares exitosas como la toma del santuario de Nort, intensamente fortificado por los carlistas y del que se decía que era inexpugnable. El general, decrépito, enfermo y desengañado, presentó la dimisión de su cargo, pero el Gobierno no la aceptó, por lo que siguió al frente de las tropas gubernamentales. En medio de sus dolencias nunca dejó de comunicar a sus jefes, prescribir movimientos militares y seguir con todos los jefes de brigada una correspondencia activa y minuciosa. Finalmente el general Mina, destrozado física y moralmente, falleció en Barcelona el 24 de diciembre de 1836 a los 55 años de edad. Su viuda Juana de Vega, a la que se concedió el título de condesa de Espoz y Mina, fue la más ferviente panegirista de la memoria del difunto general. Durante años mantuvo el cuerpo embalsamado de su marido en el oratorio de su casa de La Coruña, hasta que consiguió enterrarlo en el claustro de la catedral de Pamplona en un hermoso mausoleo de mármol. Su corazón está enterrado en el cementerio de Idocin. Juana de Vega también desempeñó una intensa actividad en defensa del ideal liberal y entre 1840 y 1843 desempeñó un importante papel en la Corte, cuando el regente general Espartero le nombró aya, camarera mayor e instructora de la reina Isabel II. Rafael Tamburri Bariáin, teniente coronel médico (Cuerpo Militar de Sanidad). Especialista en Cirugía Ortopédica y Traumatología. Máster en Gestión Sanitaria

Francisco Espoz y Mina, militar y político liberal

Hijo de labradores de Idocin, terminó siendo una de las figuras más relevantes del siglo XIX en España: tras destacar en la lucha contra el Ejército francés, se convirtió en un gran opositor al absolutismo

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