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Peñas

Tres generaciones de la familia Alcate en Los de Bronce: "Da alegría que tus hijos decidan entrar en la peña"

Se reunieron en la cafetería Nevada, antiguo Bar Olympia, que fue la primera sede de la agrupación

Ampliar Desde la izquierda, arriba, Karlos, Amaia, Enrique y Juan Alcate; debajo, Asier y Eunate, hijos de Amaia, nietos de Enrique y sobrinos de Karlos y Juan /
Desde la izquierda, arriba, Karlos, Amaia, Enrique y Juan Alcate; debajo, Asier y Eunate, hijos de Amaia, nietos de Enrique y sobrinos de Karlos y Juan /JESÚS GARZARON
Publicado el 27/04/2025 a las 05:00
Enrique Alcate Olleta, 81 años, txapela, barba gris y ojos profundos, gasta formas campechanas y en un rato de conversación larga y trago corto resuelve a bote pronto que “antes, en Sanfermines, la cuadrilla era todo el tendido. Allí, tenías un amigo”. Acuña humilde una frase rotunda, como quien toma un chiquito al otro lado, sin darse importancia. El caso es que él, nacido en Cáseda y vecino de la Rochapea desde los 2 años, es el alma de una familia con tres generaciones en la peña Los de Bronce. Inició la saga él mismo. Contaba 20 años cuando se hizo socio, de la mano de su amigo Javier Parado ‘El Perdigón’ o ‘Perdi’, como le llamaban cariñosamente.
Enrique regentó hasta su jubilación el bar Boston en la calle Marcelo Celayeta. No se cerraba en Sanfermines, y exprimía las horas de los días en rojo para disfrutar la fiesta.
Sus tres hijos, Juan de 54 años; Karlos, de 53 y Amaia, de 49, son socios de la peña. También el hijo y la hija de Amaia: Asier, de 21 años y Eunate, de 16, aunque ella de momento como txiki, no podrá ser “socia de pleno derecho hasta los 18”.
Juan, Karlos y Amaia Alcate Arbizu y Asier y Eunate Macuso Alcate, “los Alcate”, forman parte de Los de Bronce, de su idiosincrasia, y aceptan compartir su historia en la cafetería Nevada, el local antes Bar Olympia que fue la primera sede de la peña, sí, como subrayan en su página web, “esa cuyo blusón parece un mantel a cuadros azules y blancos”.
Creen que son la única familia de tres generaciones en la peña. Lo era la de Jesús Ilundáin Zaragüeta ‘El Tuli’, fallecido en diciembre de 2024, la primera persona elegida por votación popular en lanzar el Chupinazo. No oculta Amaia Alcate cuánto le gustaría a ella prender esa mecha el 6 de julio y llorar y reír de emoción con sus hijos en el balcón. Quién sabe.
En esa tertulia apoyada levemente en su bastón, Enrique sigue tirando de humildad y reconoce que sí, que le “da alegría” que sus hijos decidieran entrar en la peña y seguir en ella. Y concede también que por eso él va más al local de Jarauta, que se ha convertido también en lugar de soplar velas de cumpleaños, a reunirse en familia, tomar el vermú, participar del día del socio y a no dejar de ver a los amigos “a los que quedan”, porque muchos ya no están.
El decano de los Alcate está convencido de que este tiempo las relaciones sociales son diferentes, algo que tiene reflejo en las peñas: “Ahora son grupitos, también porque hay muchas edades, antes eran todo jóvenes y la gente se encontraba más”, sostiene y concluye que “también se emborrachaban más, se bebía mucho vino entonces”, viene a decir. Sonríe y parece asentir su hijo Karlos quien, con 53 años, ha pasado también a la sección de veteranos.
Guarda muchos recuerdos Enrique de tantos años, buenos y malos, como el 8 de julio de 1978 en la plaza de Toros, con la muerte de Germán. Su mujer esperaba en el coche con los tres niños pequeños en el aska de la cuesta del Labrit, porque entonces se podía aparcar allí mismo. Y él no sabe bien ni cómo salió de allí por el Patio de Caballos, “en medio de dos filas de grises”. “Yo no tuve valor como tantas personas que saltaron al ruedo. No tuve”, parece disculparse. Y menciona algunas anécdotas como los bocadillos de lentejas que llevaron algún año de merienda a los toros o cuando colaron a txikis dentro de la pancarta enrollada.
Se incorpora a la mesa Asier, con unos ojos tan profundos como su abuelo y cara de buena gente. Tiene 21 años y es un veterano en Sanfermines. Trabaja en fiestas con la Carpintería Aldaz, colocando el vallado, como su padre, como sus tíos y como su abuelo Jesús. Le gusta el apartado y tantos otros momentos de las fiestas, pero pasa horas al otro lado de la barra, de camarero. Por eso conoce todas las caras del blanco y el rojo. “Es el cabrón que en un día nos quita todo el vallado”, bromea su tío Juan.
Asier está en la junta de la peña y es bodeguero. Trabaja de camarero y ahora también como operario en una fábrica. De la peña le gusta el ambiente, “de los mayores que se juntan a cualquiera y aprendes de ellos”.
Su madre, Amaia, es otra sanferminera de manual. ”Mucho más que estos”, mira cariñosa a sus hijos. Se casó en la capilla de San Fermín, le llevó su padre en una Lambretta con sidecar. Y ya tiene pedidas vacaciones del 6 al 14 de julio. Ha estado difícil este año, pero ella prefiere esos días a cualquier otra fecha.
La pequeña de los Alcate es Eunate. Desarma su reflexión en voz alta, su manera de expresarse. Le gustaría llevar a su cuadrilla a la peña, pero aún no puede. Reconoce y entiende que entre los 14 y los 18 años están en un limbo, ni para las actividades de los txikis, ni para las de los adultos con el alcohol por medio. Así que ellos van a El Bullicio, con un amigo socio. “Veo que al ser menor de edad la responsabilidad recae sobre la peña, pero es un gran vacío de cosas para hacer”, explica que la experiencia en el Bullicio y lo que ve en Los de Bronce sirve para saber que hay que cumplir unas reglas, jóvenes y mayores, “cuidar las cosas, lo que utilizas”.
Y, aunque esto no sea más que pura coincidencia, estrecha aún más los lazos de la familia con la peña. El padre de Enrique, el casedano Eugenio Alcate Zubiat, trabajó en el bar Olympia, el actual Nevada.
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