Fue, sin duda, el gran regalo de la jornada. Aunque ya las predicciones anunciaban que el verano tenía previsto hacerse un hueco en la segunda Javierada, la realidad superó a la ficción. Y es que los peregrinos agradecían sobremanera poder detenerse a descansar bajo ese calor de los rayos de un sol de invierno.
Sensación térmica que motivó que las primeras reacciones pasaran por ir despojándose de esas ‘capas’ de ropa colocadas a primera hora, cuando el frío de la noche complicaba la estampa.
Con once grados a las diez de la mañana y subiendo, eran muchos los que parecían estar paseando en pleno mes de agosto. Gorra, crema, pantalones y camisetas de manga corta. “No sabíamos muy bien qué meternos, porque el sol nos está haciendo sudar bastante”, admitía en Loiti Jesús Domínguez Calvario.
Acompañado por su mujer Esther y su amigo Antonio, el trío había convertido las mochilas en percheros improvisados. Y
bastaba mirar alrededor para darse cuenta de que las gafas de sol habían sido uno de esos imprescindibles que meter en la mochila antes de salir hacia el Castillo de Javier en esta segunda
Javierada.
“Me dejé las cosas preparadas desde ayer a la tarde porque salíamos temprano (sobre las seis de la mañana desde Pamplona) y las gafas de sol creo que fue lo que primero metí”, aseguraba Jokin De Luis.
Junto a su novia Claudia Mireia Jiménez, ambos se echaban crema sin perder ritmo en su caminata. “Queremos comer en Yesa”, aventuraba la pareja.
OBSEQUIOS QUE VALEN
De ahí que las gorras que repartieron en el punto de avituallamiento que Asvona monta y desmonta cada año fueran mucho más que bienvenidas. “Se están repartiendo muy bien porque la gente las coge con ganas”, expresaba Gustavo Alcalde, uno de los 15 voluntarios que este sábado no dejaban de atender a los peregrinos. “A veces no damos abasto y eso que, al estar en esta nueva ubicación, venimos una hora antes”, añadía.
Cumpliendo con la máxima de que más vale una imagen que mil palabras, quienes caminaban hacia Javier no pudieron resistirse a descansar bajo los rayos de un sol que seguía incrementando la temperatura. “Ya me ha dicho mi madre que me eche crema. He pensado que era una exagerada, pero a ver si va a tener razón...”, suspiraba entre risas Carlota Garciandía. Ella, a sus 21 años, era una de las siete amigas que trataban de completar la tercera Javierada de sus vidas.
Y aunque agradecidos, siempre hay a quienes el calor no les sienta nada bien. “No hago más que sudar”, aseguraba Miguel De Pablo.
“Menos mal que voy solo”, reía. Y así, con el mercurio casi rozando los 17 grados a las 13 horas, desde Asvona admitían que se estaba repartiendo mucha bebida. “Agua especialmente”.