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Carnaval

Las sonrisas iluminaron el carnaval de Lekunberri

Una vuelta a la normalidad que evidenció que el deseo de borrar los efectos de la pandemia es más que un anhelo. Cuadrillas, disfraces, brindis, kalejiras... un paréntesis que se disfrutó.

Ampliar Rockeros de todas las edades participaron en la fiesta
Rockeros de todas las edades participaron en la fiestacordovilla
Actualizado el 21/02/2022 a las 10:48
Prácticamente son contagiosas. Sonrisas por doquier en las calles de Lekunberri. Y no, no porque el disfraz de Cruella de Vil y su obsesión por los abrigos estuviera hilvanada al detalle. Que también. La alegría desmedida sobresalió este sábado  en la localidad por poder “volver a sentirse pueblo”, por tener esa capacidad de formar cuadrilla sin pensar si se han pasado del aforo o si la mascarilla estará lo suficientemente bien colocada para que en los bares permitan la entrada.
La vuelta al carnaval de Lekunberri fue, sin duda, un atisbo de esperanza para acariciar, quizá un poquito más de cerca, esa ansiada normalidad a que la que tanto tiempo llevamos esperando. Y así lo expresaron quienes no dudaron en transformarse en gladiadores, amazonas, elfos, marineros, personajes de Disney o animales de la selva. Todo disfraz fue válido para dar la bienvenida a una de las citas más esperadas para los vecinos tras este segundo año de pandemia. “Hemos tenido mucha suerte, porque levantaron las restricciones y fueron las fiestas, y ahora otra vez y tenemos el carnaval”, contaban las cuadrillas con entusiasmo.
FRÍO SUPERFICIAL
Para nada importaron los siete grados y el viento norte que se adueñaron de los reencuentros. “Después de todo, el frío es lo de menos”, repetían unos y otros. Los almuerzos, por cuadrillas en general, fueron ese primer peldaño a recorrer en una jornada en la que la noche iba a ser larga. “El objetivo es llegar a desayunar”, mantenían con una sonrisa las amigas Elisabet Bezdicek y Amets Vaca. Disfrazadas de pato Donald, aguardaban a la otra mitad del grupo, vestidas de su fiel compañera, Daisy. “Los disfraces los hemos hecho nosotras”, demostraban en persona. Lo decían a las puertas de la sidrería Toki Alai, uno de los muchos locales hosteleros que ayer vieron, por fin, cómo se iban llenando sus negocios.
HACIENDO GRUPO 
Pero éste fue solamente el primer paso. “Lo bueno de los carnavales es que, aunque estés con tu cuadrilla o tus quintos, terminas hablando con todo el mundo. Es volver a verse”, entendía Kaiman Goldaraz. Junto a él, otros dos amigos, pero de cuadrillas diferentes. Adur Ganuza y Assel Makendhiev. “Tenemos muchas ganas”, insistían.
Tantas que el mosaico de creaciones no tardó en hacer su aparición con el esperado pasacalles de antes de comer. Todas las opciones fueron bienvenidas en una cita que pocos quisieron perderse durante este carnaval 2022. “No importa si te disfrazas o no, pero sí merece la pena salir a ver el ambiente”, comentaba Idoia Saralegui.
Amigos, familias, edades indistintas. Toda una combinación de fantasía que empujó a Lekunberri a revivir aquellos carnavales que quedaron truncados por el covid. “El año pasado no pudimos hacer nada, los bares estaban cerrados... así que éste es el año”, reiteraba Goldaraz.
Un reto que convencía a Garazi Moreno. Ataviada como Cruella de Vil, no dudó en aseverar que, entre las amigas y alguna que otra conocida que había venido de fuera, el ambiente era estupendo. “No son las carrozas de Leitza, pero los carnavales de Lekunberri también son de los buenos”, expresaba. Y así, acompañadas por un perro de peluche, las jóvenes elegían quedarse con esa sensación de “completa ilusión” por volver a formar parte de un único grupo. “Sin restricciones, como era antes, como debería volver a ser”, añadía Garazi. Sin objeción.

Charanga y personajes de Irurtzun

​Algo tan sencillo como un programa de fiestas. Era precisamente lo que ayer ponían sobre la mesa los vecinos de Lekunberri, el poder contar con un elenco de actividades que animaran la continuidad del carnaval. De ahí que, más allá del concurso de disfraces, los participantes quisieran recalcar la importancia de una ronda acompañados por la música de la txaranga, de una comida popular autogestionada en el trinkete (al ayuntamiento colocó sillas y mesas), o una cita vespertina con zanpanzar y personajes de Irurtzun. Hasta la quema de Attezarko y los últimos bailes populares del día salieron a colación a primera hora de la mañana. “Ojalá ya no volvamos atrás”, cruzaba los dedos Ignaxio Ibaialde.

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