El flujo de personas
Cerca de ciento ochenta naciones adoptaron desde ayer un acuerdo para intentar ordenar, en la medida de lo posible, la afluencia de criaturas desiguales desquiciadas por el nacionalismo, que si antes era una manía de primates, ahora se ha convertido en una obsesión de gente sensata, que se ha dado cuenta de lo que se les viene encima y por los lados. El terco nacionalismo está ganando una batalla que no había emprendido por miedo a perderla, mientras Vox justifica sus cuentas en que las creencias han cambiado a mayor velocidad que quienes las profesaban, y el FMI reclama a España que vigile el precio de la vivienda, que es incontenible porque no sabemos cómo contenerlo.
Vox justifica sus cuentas en que las donaciones han crecido en dos años gracias a los señores particulares, que no sabemos de dónde sacan para tanto como destacan, pero Vox lo ha justificado todo porque las donaciones se han triplicado. ¿Somos tan generosos todos o nos estamos engañando a nosotros mismos? El asunto principal sigue siendo el hospedaje del muerto y hasta que haya nuevas elecciones no sabremos dónde ponerlo para que deje de estorbar a sus partidarios y sus detractores.
Hasta que no haya nuevas elecciones no sabremos a qué atenernos, pero el miedo a tener miedo sigue siendo determinante, y la lectura de la Carta Magna busca intérpretes que acierten a traducirla. A esto le estamos llamando el flujo de personas, cada una con su verdad y con sus otras mentiras que no engañan a nadie, que no sea a nosotros mismos, y así será hasta que haya nuevas elecciones generales. Para luego es nunca.
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