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Jacques Delors, último padre de Europa

A finales del pasado año falleció en París Jacques Lucien Jean Delors, conocido como Jacques Delors, a los 98 años de edad. “Todos somos herederos del trabajo de Jacques Delors”, celebró como homenaje supremo la actual presidente de la Comisión Europea.
Tuve la suerte de ser miembro de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa y diputado al Parlamento Europeo durante los años en que Delors fue presidente de la Comisión (1985-1995).
Nacido en 1925, dentro de una familia católica, en un barrio popular de París, estudió Derecho en la Sorbona e inició su acción política en el sindicato democrático, de inspiración cristiana, CFDT. Fue ministro sin cartera en el gobierno del golista Chaban-Delmas (1969-1972). En 1973 fue nombrado consejero del Banco de Francia, donde trabajó desde 1945, y catedrático de Gestión de empresas de la universidad de París-Dauphine. Un año más tarde, ingresó en el PSF (Partido Socialista Francés). Consiguió un escaño en el primer Parlamento Europeo elegido democráticamente (1979), donde presidió la Comisión Económica y Monetaria. El presidente François Mitterrand le nombró, dos años después, ministro de Economía y Finanzas. De allí, con el apoyo decisivo del presidente francés y del canciller alemán Helmut Kohl, fue elegido presidente de la Comisión Europea: el octavo presidente desde 1958.
En Bruselas, Delors dejó rayas hechas durante sus dos mandatos consecutivos. Muchos elogios pueden decirse de él, pero todos coinciden en recordarle uniendo su nombre al Acta Única Europea, al Tratado de Maastricht, a la Unión Económica y Monetaria, al Acuerdo Schengen y al Programa Erasmus.
El Acuerdo Schengen (1985), del nombre de un pequeño pueblo de Luxemburgo, que entró en vigor varios años más tarde, creó un espacio común por el que poder circular libremente toda persona que haya entrado regularmente por una frontera externa o reside en uno de los países que aplican el Acuerdo.
El Acta Única Europea: Tratado firmado en Luxemburgo y La Haya (1986) por los 12 Estados miembros de la entonces Comunidad Económica Europea, que contribuyó a la creación de la Unión Europea con el tratado de Maastricht (1992), con la unión monetaria y económica y el euro como moneda común, pasando del Mercado Común al Mercado Único, un espacio sin fronteras interiores, que garantizaba la libre circulación de personas, mercancías, servicios y capitales.
El programa educativo Erasmus (1987), tuvo como fin promover y financiar la movilización académica de estudiantes y docentes, fomentando el intercambio social, cultural, lingüístico y deportivo, y ha aproximado en la convivencia a más de 15 millones de universitarios de todos los países miembros.
En apenas una década afrontó y promovió Delors la ampliación de la Unión Europea con la entrada de España y Portugal en 1986, y la de Austria, Finlandia y Suecia en 1995. Y siendo su mayor adversario interno la Gran Bretaña de Margaret Thatcher, supo negociar con ella una Europa a la carta, por muy injusta que a muchos nos pareciera, antes de de que se llegara a la ruptura del Brexit en 2016. Aquel presidente de la Comisión, banquero en su primer oficio, consiguió que el euro fuera un éxito, que el nacionalismo económico de los Estados no se sobrepusiera a los intereses comunes de la Unión, que Alemania no acabara germanizando el resto de Europa, y que la política no se arrastrara a los pies de los caballos de las finanzas de los poderes anónimos e implacables.
Éramos muchos los que creímos en Delors, los que escuchábamos ávidos a Delors, los que leíamos con fruición sus libros, sus informes, sus declaraciones, sus entrevistas.
Le recuerdo siempre elegante y serio, con aquellos ojos azules y oblicuos, su despejada frente, su cara de francés ilustrado, buen orador, europeísta apasionado, con un humor excelente, con el que culminaba a menudo su lógica cartesiana e irrebatible.
Delors declinó presentarse, como muchos le pedían, a las elecciones presidenciales francesas en 1995, entre otros motivos, por no interferir en la carrera de su hija Martine Auvry. La UNESCO le encargó, al final de su presidencia europea, un estudio sobre la perspectiva de la educación en el mundo, que se publicó con el título “La educación encierra un tesoro”.
España le galardonó con el premio “Príncipe de Asturias de Cooperación internacional”, y seis años después recibió el primer “Premio Europeo Carlos V de la Fundación Academia Europea de Yuste”. La Generalidad catalana le honró también con el “Premio Internacional de Cataluña”.
Víctor Manuel Arbeloa. Escritor
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