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¿Una segunda Gamazada en Navarra?

En el capítulo VIII del libro 'Navarra: Del Estatuto rechazado al Frente Popular' (Eunate Ediciones, 2020), escrito con Enrique Jaurrieta, y titulado 'Se aborta la Gamazada', tratamos ampliamente del caso. Pero los libros de historia son como lo submarinos, que raramente se ven, y me temo que la mayoría de los navarros desconocen esta segunda y abortada Gamazada.
Era el verano de 1934, ahora hace 90 años. Las relaciones de las tres Provincias Vascas con el Gobierno republicano derechista de la República se habían complicado con la desgravación de la entrada, circulación y consumo de los vinos, que vulneraba el concierto económico vasco y suponía la ruina de las haciendas regionales como de las municipales. A lo que se unía protesta por las Gestoras de las Diputaciones nombradas por el Gobierno. Al final del mes de junio, y con ese viento de cola en Euskadi, se reunieron varios alcaldes navarros, entre ellos los de las capitales de las cinco merindades, para tratar sobre los impuestos antiforales a la renta, al lujo, al vino, a la radio y otros, así como sobre la Gestora impuesta también en Navarra, y teniendo en cuenta la situación creada en Vascongadas, decidieron actuar de inmediato y convocar a los ayuntamientos navarros.

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Fue alma de este inicial movimiento municipal el alcalde peneuvista de Estella, Fortunato Aguirre, minoritario con sus otros tres correligionarios de minoría, elegido con los votos de la mayoría monárquica y carlista tras la dimisión del alcalde titular monárquico en abril de 1933. Ya el 1 de julio, el diario peneuvista de Pamplona, 'La Voz de Navarra', con el epígrafe de un artículo sin firma, “Los derechos de Navarra. Posible nueva gamazada”, celebraba la “feliz coincidencia”, que con Navarra tenían las tres provincias hermanas “en raza, en lengua, en tradición, en sentido religioso y en esperanza de libertad”. Y, tras evocar la presencia de Sabino Arana en el Castejón de la Gamazada de 1894, juzgaba justo “que los restantes vascos sean la preocupación de la nueva Gamazada que se avecina y que quisiéramos que fuera tan gloriosa como la anterior, pero mucho más eficaz, no quedándose en un gesto que derriba a un ministro, sino en un esfuerzo que enderece a un régimen para devolvernos los Fueros plenos, con reintegración absoluta, completa y total”.
La comisión de alcaldes navarros, presidida por Aguirre, removió Roma con Santiago a fin de conseguir sus objetivos. Envió telegramas a las más altas autoridades de la Nación en favor del régimen foral paccionado, y a las comisiones de las tres provincias vascas expresando su simpatía por el movimiento en defensa del concierto económico y contra las Gestoras provinciales. Pero, el 10 de agosto, recibieron de la secretaría de los diputados navarros en Cortes -todos del Bloque de Derechas- la decisión de no sumarse al movimiento de las Vascongadas, “con características de rebeldía”. Dos días más tarde, el gobernador civil republicano de Pamplona prohibía la reunión de los alcaldes.
Los cinco más animosos fueron recibidos por algunos concejales en la casa consistorial de Estella, pero la guardia civil impidió la reunión. Entonces se fueron en sus coches a la sierra de Urbasa y se reunieron después de comer en un hotel estellés. Eran los primeros ediles de Estella (peneuvista, sin mayoría); Pamplona (azañista, con mayoría ya opositora); Aoiz (carlista) Corella (azañista) y Sangüesa (formalmente fuerista, con mayoría carlista). En la protesta por la coacción sufrida, mencionaban “la adhesión previa” de los de Olite (ugetista) y Baztán (peneuvista, con mayoría de independientes de derecha, algunos carlistas).
El alcalde republicano radical de Tafalla había sido separado de su partido por su adhesión al movimiento. Al alcalde republicano de Pamplona le quedaban tres credos para su sustitución. Ya no acude el alcalde azañista de Tudela, opuesto a la sustitución de las Gestoras. No está presente por vez primera el peneuvista baztanés Ignacio Iturria. Y sigue ausente, pese a su promesa, el alcalde de Olite. Se había desurdido ya el alcalde carlista de Viana. Y la mayoría de los concejales de Sangüesa y Estella habían desautorizado en sendas notas públicas a sus respectivos alcaldes, que habían obrado por su cuenta. Al primero de ellos, Agustín Blanco, tal gesta política le costó la alcaldía, y al de Estella, siempre en minoría, le trajo la broma a mal traer.
A pesar de todo, los cinco alcaldes supérstites volvieron a enviar telegramas de protesta a todas las autoridades de la Nación. La reacción de la muy mayoritaria derecha navarra contra esos alcaldes fue clamorosa. El día 23, Manuel Irujo da voz a la decepción de su partido en un virulento artículo, titulado “Del momento. ¡Viva Gamazo!”, donde espera otro Gamazo que haga despertar y concienciar a nuestro pueblo, el más antiguo de Europa, “que aquí, en Navarra, baja a la fosa de su sepulcro ante la ausencia vergonzosa de sus hijos”.
Víctor Manuel Arbeloa es escritor.
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