Con la edad, uno lo apunta todo. He rematado en amanuense y garabateo en el cuaderno medidas, sensaciones, fechas, ideas, palabras, imágenes, descripciones, bocetos de una mirada, de una conversación, de una anécdota o de una palabreja nueva.
La canaria ha puesto seis huevos. El niño ha dicho ‘celebro’ por cerebro y yo lo apunto junto a la virada del velero ‘Mariette’ a dos millas de Mahón, ciñendo el viento y metiendo la regala en un mar de un azul profundísimo.
Así se juntan en el papel retalillos de asuntos que en otro momento de la vida me habrían parecido menos dignos de ser puestos en un papel. Tienen en común que los he vivido, o imaginado, yo: esta es mi memoria consciente.
El bloc de notas es un antídoto contra el tiempo que todo lo arrasa y que ha desdibujado los horizontes por sorpresa, como una galerna. Me he convertido en un arqueólogo de mí mismo y hace años que el cuaderno es mi Gran Dolina, un yacimiento en el que volver a los vestigios de lo que soy que ¿ves? ya se ha convertido en lo que fui. Si tuviera valor, podría regresar a través de sus páginas a los estratos profundos de un pasado remoto, por ejemplo la semana pasada.
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Estos son los apuntes del primer día de colegio de los críos, notas con goterones y no ha llovido. El tiempo avanza con o sin concurso del poder legislativo, como Sánchez. Uno de los días en que un padre es más un padre es este en la puerta, viendo a tus hijos desaparecer entre una muchedumbre de mochilas, de saltos, de saludos y de reencuentros.
Como estrenan colegio, Macarena y Paloma se quedan quietas entre la gente, se agarran sus propias manos, encorvan los hombros. No quieren reír, no quieren mirar, no quieren existir. Pronto sentirán el alivio del descubrimiento que sucede a la timidez.
Pocas imágenes retratan con mayor claridad el dolor de ver a tus hijos yéndose a la vida. Pero de eso se trata: de que crezcan y de que cada vez, haciéndose su mundo cada vez más grande, tú seas cada vez más pequeño. La gente que protesta porque sus hijos crecen -oh, ya nadie pinta las paredes de la casa-, se quejan de vicio. Tus hijos se hacen grandes, en el mejor de los casos.