"Pienso en si algunos de esos besos acaso sean los últimos, aunque si te digo la verdad, al borde de la tercera guerra mundial no estamos tan mal"
Israel hackeó los buscas de miles de tipos de Hizbolá y los hizo estallar al unísono. Dijeron que devolverían a la milicia chií a la edad de la piedra y de momento han llevado la misión bastante avanzada.
Primero, atentaron contra sus comandantes e hicieron saber que los habían localizado por el teléfono. Uno se cree fácilmente que Israel pueda colarse en su teléfono porque son capaces de saber de qué equipo es y qué periódico lee un tipo sentado en el váter de un parking de Teherán y o del bar del Casino de Pamplona, que tiene unos servicios enormes como para echar un partido de trinquete.
Digo que los terroristas de Hizbolá supieron que no podían acercarse a un teléfono, así que se compraron unos buscas y walkies como de la primera comunión de tu sobrino, y se los han hecho estallar gracias a un malware.
El busca es una antigualla. Se habla mucho de lo que nos depara el futuro, pero el que nos depara las mayores sorpresas siempre es el pasado.
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Se dice que en el bar del hotel Imperial de Tel Aviv, música de los años 30 y poca luz, ponen los mejores cócteles de Oriente Medio. Apuro un Fitzgerald ligeramente ácido entre camareros con pajarita y parejas de amantes al borde del primer beso. Pienso si algunos quizás morirán en la próxima batalla contra los enviados de Irán, una ensalada de bombas que, dicen, están al caer.
Pienso en si algunos de esos besos acaso sean los últimos, aunque si te digo la verdad, al borde de la tercera guerra mundial no estamos tan mal.
En mi Españita, que es un manicomio sin presupuestos, Sánchez ha propuesto un paquete -y qué paquete- de medidas para regenerar la libertad y la democracia. Cada vez que alguien dice que va a proteger la democracia se echa a temblar. Cuanto menos se hace, la democracia es mejor, exactamente al contrario de lo que sucede con el amor.
Sánchez el amparador, se ampara en que desarrolla un decreto de la UE, pero el decreto europeo protege a los medios del gobierno y aquí es el gobierno el que se protege de los medios. Entre los efluvios ácidos del Fitzgerald me quiero acordar que Sánchez quiso remodelar los medios cuando se metieron con su mujer; a buen seguro se trata de una casualidad.
