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"Si abriera un buzón anónimo para que la gente contara sus cosas, saldrían unos cuántos como yo al grito de ‘A mí también me echó una mano López Guzmán’"

Avatar del Chapu Apaolaza Chapu Apaolaza29/10/2024
Me entero por las redes de que se jubila José López Guzmán en un estado de forma como de correr maratones en tres horas. Yo iba para boticario, hasta que me encontré con el profesor López Guzmán al que apodamos cariñosamente ‘Pepe’. Yo quería ser médico, pero no me daba la nota, y mi padre me dijo que sus amigos farmacéuticos estaban todo el día cazando palomas y yendo a los toros. 
Farmacia se hizo cuesta arriba, o soy yo el que se hizo cuesta abajo. Habiendo muerto el aita, los amigos de los medios me pedían una crónica de tal o cual festejo y así me hice periodista. Un día en que, estando en la casa de Irunlarrea, arrasados por una resaca monumental, mis compañeros me sentaron en el sofá y me conminaron a cambiarme a Periodismo, cosa que entonces era harto difícil. Levanté el teléfono y un rato después me recibía el director de Estudios de la Universidad de Navarra, que siendo quien era perfectamente podría no haberme atendido, o me hubiera dado largas comprensiblemente. 
Pero ahí estaba aquella tarde delante de mí en su despacho, escuchándome en los tiempos en los que la gente comenzaba a no escuchar. Dos horas. Me preguntó, y se paró a saber de mis pequeños desvelos, y me pude hacer lo que soy ahora, gracias a él, a su generosidad, a que no se levantó y se fue. A que creyó en mí como el padre que acababa de perder y así, cuando ando taciturno, me acuerdo de su apuesta y tiro p’alante para no decepcionarle. 

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Esta es mi historia, la nuestra, en aquel despacho de madera bajo el que ETA colocó aquella maldita bomba. Ahora que está de moda, si abriera un buzón anónimo para que la gente contara sus cosas, saldrían unos cuántos como yo al grito de ‘A mí también me echó una mano López Guzmán’. Hay que salir ahí a dar las gracias, pues somos hombres y mujeres zaheridos por el paso del tiempo que siempre se sale con la suya, como el agua que de tanto pasar abre cañones entre las montañas y labra los valles y los desfiladeros. El paso de los días que lame las piedras hasta hacerlas desaparecer borrará cualquier rastro, pero, antes de que suceda, debo dejar constancia de que un tipo me cambió la vida por nada. 
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