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La hora de Europa

Avatar del Emilio Sánchez-Carlos Emilio Sánchez-Carlos06/03/2025
Los países europeos se han topado con una oportunidad inesperada para diseñar su propia estrategia de seguridad al margen de su hasta ahora fiel aliado: Estados Unidos. El rocambolesco espectáculo en la Casa Blanca entre Donald Trump, su devoto vicepresidente JD Vance y el corajudo Zelenski permite a los europeos inmiscuirse en las negociaciones de paz en la guerra de Ucrania con una propuesta de un alto el fuego previo a un acuerdo formal. 
Tras la encerrona a Zelenski, el primer ministro británico, Keir Starmer, convocó en Londres una improvisada cumbre europea para apoyar a Ucrania y tratar de reparar el profundo malestar estadounidense con una mediación que les sitúa en un primer plano en las negociaciones.
Los europeos deben aprovechar esta imprevista situación para representar a Ucrania ante Washington y Moscú, y plantear una estrategia de defensa al margen de la OTAN a la que Estados Unidos desdeña. La apuesta no es sencilla porque Trump y Putin optan por una relación bilateral para someter a Ucrania a unas condiciones leoninas y sin unas medidas mínimas de seguridad ante una eventual futura agresión rusa. 

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El gran objetivo de Trump se centra en explotar los recursos minerales, aprovecharse de los proyectos de reconstrucción de Ucrania y colocarse la medalla de la paz. Con sus arsenales nucleares como garantía de disuasión, Francia y Reino Unido, respaldados por el resto de los países europeos, están en condiciones de aportar un apoyo de mínimos para evitar la capitulación de Ucrania con el envío de miles de soldados.
Dado que la entente Trump-Putin conlleva en la práctica el fin de la OTAN, los europeos deben esbozar ya su propia defensa, al margen de Estados Unidos que desde la caída de la Unión Soviética en 1991 había mantenido una política de contención a las aspiraciones expansionistas de Moscú.
Los europeos deben aceptar que Ucrania se convierta en un país neutral, mientras se negocia la incorporación de Kiev a largo plazo a la Unión Europea y se invierte en el desarrollo económico tanto de Rusia como de Ucrania.
Rusia sigue siendo una potencia militar por el volumen de sus arsenales nucleares, pero es una potencia económica de nivel medio con un Producto Interior Bruto (PIB) de cerca de 1,8 billones de euros. (El de España es 1,6 y el de Italia 2,2 billones).
Putin necesita los dólares de Trump para sacar a su país del colapso económico, agravado por la guerra, pero también miles de millones de euros de los europeos para mejorar el pobre nivel de vida de 150 millones de rusos.
El reto europeo consiste en lograr la suficiente distancia con Estados Unidos para crear su plan de seguridad que impida cualquier tipo de provocación rusa y reforzar su posición de auténtica superpotencia ante China, Rusia, India y Estados Unidos.
Decía Henry Kissinger que “ser enemigo de Estados Unidos es peligroso, pero ser su aliado puede ser fatal”. Europa, a través de Ucrania, acaba de comprobar que ya no puede depender de los cambios de humor y estrategias de Washington, ni vivir bajo la amenaza militar rusa o económica china.
Un primer paso es la propuesta de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, de invertir 800.000 millones de euros para impulsar la industria militar europea.
Con todos sus problemas económicos, los excesos burocráticos o la tremenda polarización social, Europa se enfrenta a un reto descomunal para mitigar la dependencia militar con Washington, pero debemos convencernos de que tenemos el suficiente músculo financiero y la determinación para hacerlo. Es la hora de Europa.
Emilio Sánchez-Carlos es periodista
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