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Cinco años de Covid (V)

Jesús Lardiés, paciente de covid persistente: "Era un hombre feliz; ahora estoy desquiciado"

Los tres últimos años y medio han sido un calvario para Jesús Lardiés Galarreta. Respira con esfuerzo; tiene reconocido el 48% de discapacidad

Ampliar Jesús Lardiés Galarreta, con una imagen suya escultórica antes de contraer covid.
Jesús Lardiés Galarreta, con una imagen suya escultórica antes de contraer covid. j.c. cordovilla 
Actualizado el 12/03/2025 a las 09:55
Un espíritu deportista sostenía su cuerpo musculoso. La vida le sonreía. Trabajaba en una carpintería metálica de lunes a viernes y los fines de semana su figura, cincelada en tres horas diarias de deporte, imponía a la entrada de discotecas o conciertos. La vida de Jesús Lardiés Galarreta, vecino de Castejón de 46 años de edad, fluía sin sobresaltos. Soñaba su futuro junto a su pareja y con el desempeño de tareas diversificadas que le procurasen sustento. Conserva una fotografía del deportista entregado al cuidado del cuerpo como espejo del alma de un hombre que se sentía “feliz”. Ahora dice “no lo soy. Estoy desquiciado”.
La nostalgia invade un relato desgarrador, ahogado por inspiraciones forzadas. A los seis minutos de la entrevista, hace una pausa. Respira con esfuerzo. “Puedo andar una hora, despacio. Pero no puedo andar y hablar a la vez diez minutos. Si mantengo una conversación deprisa, me sofoco. Noto falta de memoria y uno de los problemas que tengo es estomacal. La única pastilla que sigo tomando es omeprazol. Vomito una noche sí y otras dos no”.
Vídeo con el testimonio de dos navarros con covid persistente alba cidoncha sádaba
Las dos imágenes –la del hombre musculoso y feliz y la de un presente descorazonador- reflejan el antes y después de contraer la covid a finales de 2021. En un escenario ligeramente esperanzador, superadas las fases agudas de la pandemia y del confinamiento colectivo, Jesús comenzó a sentirse mal. El jueves 2 de diciembre se despidió de su jefe en el taller donde trabajaba sin intuir la travesía de tormento que le esperaba. A los dos días de persistir el malestar general, su entonces pareja le hizo un primer test de covid. “Positivo”. Sin dilación, contactó con el centro de Salud. La PCR en el Hospital Reina Sofía de Tudela no hizo sino confirmar el diagnóstico. “El confinamiento era voluntario”, recuerda pero las fuerzas no le acompañaban ni siquiera para salir de casa. Una visita al médico de cabecera le dispuso para pasar consulta en el hospital de referencia. Fármacos para aliviar la “fiebre y el mal cuerpo”, hospitalización domiciliaria y derivación a Neumología, por este orden, marcaron sus pautas. Claro está, hasta “el 23 de abril” –afirma- no tuvo consulta en Neumología. “Los análisis estaban bien. Esto es una cosa que hay gente que le dura seis meses y a otra que le dura tres, y que ya se te pasará”, dice que escuchó del especialista. Le hicieron un escáner y volvió de nuevo a Neumología, con un resultado que no le resultó convincente y acentuó su desánimo: “Me dieron el alta. Como me dijeron: ‘No hay ninguno crónico. ¡No vas a ser el primero!”. Los males siguieron minando su salud, moral y paciencia. Accedió a una baja, eso sí, sin nueva derivación a un especialista, como afirma. Optó entonces por acudir a la medicina privada. Acudió a dos clínicas.
En la de San Miguel, en Pamplona, asegura que escuchó una interpelación que sonó a perplejidad: “¿Cómo es posible que te hayan dado el alta?”. La pregunta reflexiva le condujo a una encrucijada de un camino sanitario y una ruta sinuosa de trámites administrativos y defensa legal.
El itinerario sanitario le llevó hasta Zaragoza, donde acudió a la consulta del neumólogo Salvador Bello Dronda. “Además de hacerme pruebas, me confirmó que tengo disnea y me preguntó si alguien me hacía seguimiento. Delante de mí, cogió el teléfono y llamó directamente al hospital de Pamplona. ‘No le conocemos’, respondieron. Nadie me había derivado a Medicina Interna”. Aquella conversación –en abril de 2023- le puso en contacto con Patricia Fanlo, especialista en Covid persistente y exconsejera del Gobierno foral, “una de las mejores médicos de España en la materia -destaca- Publica informes y estudios en Estados Unidos”. Nuevo ciclo de pruebas, en esta ocasión incluida una biopsia “para descartar miositis” como así sucedió para su alivio. En octubre, la lectura de los resultados redobló su inquietud. Según recuerda, escuchó de Fanlo que el suyo era “uno de los casos peores que había visto”. “En dos o como mucho tres meses” quedaron emplazados especialista y paciente para un posible “tratamiento experimental”.
DOS CARTAS EN UN DÍA
No esperaba el enfermo los nuevos quiebros de su destino. Por una parte, Patricia Fanlo accedió a una excedencia para ocuparse de la consejería de Universidad. “Los dos o tres meses” de espera quedaron, como dice, en una promesa .“El 22 de mayo de 2024 recibí dos cartas: en una, el hospital de Pamplona me comunicaba que me daba el alta y pasaba a verme el médico de cabecera. La segunda carta fue una notificación del juicio contra el INSS en julio de 2025”. Si anímicamente ya estaba tocado, aquella doble novedad acabó hundiéndole: “Me entró una gran depresión”.
Hoy día, está inmerso en una compleja situación. Jesús solicitó al Gobierno de Navarra una valoración de su grado de discapacidad. Acabó siéndole reconocida -como acredita con documentos- “el 48% de discapacidad y una limitación del movilidad del 27%”. Tras consultar con un servicio de orientación laboral, le aconsejaron acudir a la vía pública para acceder un trabajo adaptado a sus posibilidades. Así las cosas, se fracturó una rodilla en un accidente. Hoy sus ingresos -afirma- se limitan a 480 euros cuando paga 475 de hipoteca. Sus últimos diagnósticos para reincorporarse al mercado laboral no son precisamente benévolos: “Estás vivo por lo sano que estabas pero eres una máquina estropeada. Eres un coche con el filtro de aire sucio y antes o después te vas a romper”.

Un laberinto judicial

En estos últimos tres años y medio, Jesús Lardiés ha recorrido un laberinto administrativo y judicial. Hasta llegar a juicio con el INSS, se había enzarzado en un litigio con la mutua, que acabó ganando, dice. En diciembre de 2022, al año de dar positivo de covid, recibió “una carta del Instituto Nacional de Seguridad Social, en la que se informaba de su alta. Me incorporé al trabajo y claro debí pasar una valoración médica para la mutua. El informe concluyó que no era apto para realizar el trabajo del taller. Había dos opciones: o despedirme u ocupar otro puesto”. Se impuso la primera opción, contra la voluntad de la empresa, afirma.
Tras una segunda valoración pericial y ganar la demanda a la mutua, se aseguró una vía de ingresos: “Ganaba el 70% de la nómina. No sabía cuánto dinero me estaban descontando de IRPF”. Y eso, le pasó una factura con la declaración del año siguiente. “Me tocó pagar 3.000 euros a Hacienda”. El enredo económico –observa– fue aún mayor. Hasta no obtener el reconocimiento judicial en sus diferencias con la mutua, recibía al mes 1.050 euros del paro. Hubo un momento que tuvo dos fuentes de ingreso: mutua y desempleo. Según dice, debido a la falta de una notificación interna, el servicio de empleo no paralizó hasta final de año el proceso de pago cuando su intención había sido reingresar lo cobrado de más. Conclusión: “Me salió a pagar en la declaración de la renta porque aparecía en ella que había ganado el dinero del INEM. Total, que si en 2024 ingresé 10.000 euros, tuve que pagar 6.000 a Hacienda y a Empleo. A ello se une la hipoteca de la casa. Todo 2024 fueron pérdidas”.

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