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Verano en mi pueblo

Tulebras y su calma son el tesoro escondido de la Ribera

'Diario de Navarra' recorre la geografía foral para hablar con los vecinos y visitantes, y mostrar cada sábado por qué el verano es tan espacial en los pueblos navarros, que se llenan de vida

Ampliar De izqda. a dcha.: Julia Planillo Royo, María Ángeles Royo Fuentes, María Planillo Royo, Alejandro Manuel Gutiérrez, Julio Planillo Vicente, Daniel Alonso Arza, Diego Rajado Rodríguez y Argia Saenz de Navarrete Royo.
De izqda. a dcha.: Julia Planillo Royo, María Ángeles Royo Fuentes, María Planillo Royo, Alejandro Manuel Gutiérrez, Julio Planillo Vicente, Daniel Alonso Arza, Diego Rajado Rodríguez y Argia Saenz de Navarrete Royo.Blanca Aldanondo
  • Paula Mas Ugarte
Publicado el 24/08/2024 a las 05:00
El olor a café recién hecho se percibe nada más llegar. Por fuera parece silencioso pero dentro el bullicio inunda la pequeña estancia. Durante el verano, la Taberna de Tulebras se ha convertido en el punto de unión entre vecinos y visitantes de localidades cercanas.
Ubicado en el corazón de la Ribera y con una población que supera ligeramente los 130 habitantes, este pueblo se transforma en un lugar tranquilo y sosegado especialmente durante la época estival. A pesar de su pequeña extensión, la fama del Monasterio de Santa María de la Caridad, considerada la primera fundación cisterciense en España atrae cada año a turistas de comunidades cercanas como País Vasco y La Rioja. Tanto aquellos que están de paso como los que frecuentan el local, conviven en un mismo espacio. Sobre las mesas aún quedan restos de lo que fueron unas cervezas con amigos, un vermut, o un descanso en mitad de la jornada laboral.
Entre risas, la familia Planillo Royo y allegados apura los últimos los últimos bocados del postre y el café. “Nos gusta venir aquí porque se come bien y nos pilla cerca de casa”, explica María Planillo Royo. Aunque residen en Cascante, suelen aprovechar para subir a Tulebras de vez en cuando. “Además de gente de aquí de Tulebras la mayoría de los clientes solemos ser de pueblos cercanos de la Ribera como Barillas, Monteagudo o Ablitas”, afirma Mariángeles Royo Fuentes. Sentada junto a ella, su hija María confiesa que pasar el verano en el pueblo no tiene nada que ver con la vida en las grandes ciudades. “Durante el resto del año vivimos en Madrid y cuando volvemos aquí es un cambio brutal”, confiesa. Alejandro Manuel Gutiérrez, pareja de María, coincide con ella en que no es difícil adaptarse sino que lo complicado es volver a la rutina. “Aquí nuestras mayores preocupaciones pasan por ir a la huerta, cuidar de las gallinas o pasar tiempo con la familia. Tenemos suerte de poder venir cada año y desconectar”, añade Gutiérrez.
Desde la izquierda: Ignacio Ayensa Echauz, Enrique Torres Soria y Andrés Jiménez Lenguas
Desde la izquierda: Ignacio Ayensa Echauz, Enrique Torres Soria y Andrés Jiménez LenguasBlanca Aldanondo
Llegados desde Salvatierra, Álava, la familia de Arantza López Elorriaga aprovecha para descansar y refugiarse del calor tras su visita al monasterio. “Muchos amigos nuestros nos habían hablado de este sitio y nos pareció buena idea venir a pasar el día. Hemos acertado de pleno”, expresa la alavesa. Junto a su marido Ángel y su hija Miren, Arantza tiene claro que no será la última vez que vengan a Tulebras. “Volveremos seguro, nos ha gustado mucho y para un fin de semana es una excursión buena”, sostiene.
De Tulebras “de toda la vida” como él dice, Ignacio Ayensa Echauz conversa con su amigo Enrique Torres Soria en una de las mesas más cercanas a la barra. “Si me tuviera que quedar con algo de este pueblo escogería sin duda la tranquilidad. “Es un pueblo pequeño y aquí nos conocemos todos, es una suerte. Sin el ajetreo y la rapidez de las grandes capitales se vive más a gusto”, sostiene. La buena ubicación de la carretera de Tulebras, que conecta con núcleos urbanos más grandes como Tudela o Tarazona es para Enrique Torres Soria uno de los puntos a favor del pueblo. “Como yo somos muchos los que trabajamos fuera del pueblo y la conexión es buena. No hace falta dar rodeos ni pasar por ningún atajo”, comenta el ribero.
Ignacio Díaz Jiménez lee el periódico en la Taberna de Tulebras
Ignacio Díaz Jiménez lee el periódico en la Taberna de TulebrasBlanca Aldanondo
RECUERDOS DE INFANCIA
Durante el verano, la población no varía mucho a excepción de los meses de verano que es cuando “más vida tiene el pueblo”. “Viene mucha gente a las fiestas como nosotros lo hacíamos cuando íbamos a pueblos de aquí cerca”, asiente entre risas. Son esos mismos recuerdos del pasado los que comparte también Ignacio Díaz Jiménez. Mientras echa un vistazo al periódico, rememora momentos. “Nos recorríamos las fiestas de la Ribera y estábamos todo el día en la calle. Como no existía la tecnología que hay ahora nos entreteníamos con cualquier cosa”, recuerda con cariño. Sentado dos mesas más lejos, Enrique Torres Soria explica que el río era una de las actividades favoritas. “Íbamos los amigos a pescar cangrejos casi siempre. Ahora nadie va allí, prefieren la piscina”, comenta. “La gente se tenía que entretener con lo que encontraba, jugábamos hasta con las piedras”, explica entre risas Torres. Con todo, los que vienen para un día como los que llevan toda una vida viviendo allí comparten un sentimiento común: el amor hacia Tulebras y sobre todo, hacia su gente.
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