Verano en mi pueblo
"Quiero que mis hijos expriman su infancia en Barillas"
'Diario de Navarra' recorre la geografía foral para hablar con los vecinos y visitantes, y mostrar cada sábado por qué el verano es tan espacial en los pueblos navarros, que se llenan de vida

- Paula Mas Ugarte
El calor asfixiante y las altas temperaturas no son una excusa para no salir de casa. Que se lo digan sino a los vecinos de Barillas. Con la llegada del verano los habitantes de la localidad ribera exprimen los días entre juegos de cartas, baños refrescantes en la piscina, cenas en la terraza y sobre todo, buena compañía.
Con una población de poco más de 250 habitantes, el verano es una de las épocas estrella porque no solo aumenta la afluencia de vecinos sino también de visitantes de pueblos cercanos. Es el caso de Javier Jiménez La Laguna y su familia. Aunque residen en Tudela, optan por la piscina de Barillas para pasar las tardes. “Es un ambiente totalmente diferente, sin masificaciones de gente y la piscina casi para nosotros. Un lujo”, resume el tudelano. A su lado, su mujer Patricia Manchado Fonseca coincide en que el lugar no tiene nada que envidiar a otras localidades. “La gente es magnífica, te acogen como si fueras uno más y eso no tiene precio”, confiesa. Para el matrimonio, la piscina de Barillas es un plan perfecto al que ir en familia. “Ellos juegan con otros niños y se lo pasan en grande y nosotros más contentos aún. Creo que pasar el verano en un pueblo pequeño es una opción que muy poca gente valora y sin embargo tiene muchos beneficios”, afirman rotundos.

FRONTÓN, PISCINA Y CARTAS
Bajo la sombra de un árbol, Natalia Gorid se refugia del sol acompañada de un café con hielos. Originaria de Moldavia, lleva más de 20 años viviendo en el pueblo con su marido y sus dos hijos. “Los veranos aquí son sinónimo de calma y de evasión. Los días pasan lento pero se aprovechan el doble”, asegura. Para Gorid, los niños son el grupo de edad a los que más beneficia la vida en el pueblo. “Los dos van al colegio en Tudela y cada vez más me está tocando llevarlos porque sus amigos viven allí. Sé que llegará algún día en el que pasarán más tiempo fuera del pueblo pero de momento quiero que expriman su infancia aquí”, razona contundente.
”Yo envido a chiquitas”, se escucha entre el pequeño bullicio de la piscina. En la mesa en la que está sentada Victoria Martínez Baigorri casi hace falta coger cita con antelación para poder sentarse. Los huecos están cotizados. “Aquí somos todos familia y amigos. Ya ves, así pasamos las tardes, aburrirnos no nos aburrimos nunca”, cuenta entre risas la barillesa. “No solo estamos los del pueblo, aquí entre gente que viene a echar la tarde a la terraza del bar o los que vienen a la piscina nos juntamos unos cuantos. Sobre todo niños”, asegura Diego Ruiz Martínez.
Las cartas, uno de los pasatiempos favoritos del verano, se complementa con los baños en la piscina. “Como todos aquí hacemos los mismos planes no hace falta ni preguntar a qué hora quedar. Te bajas a la piscina y sabes que te vas a encontrar con alguien”, cuenta Leila Ruiz Antón mientras se seca el pelo. Para Ruiz, los amigos son la esencia del verano en el pueblo. “Lo mejor de Barillas es el buen ambiente, el plan es lo de menos. El chapuzón en la piscina y el helado de media tarde son sagrados”, añade entre risas.
El frontón es también uno de los puntos más frecuentados del pueblo durante la mañana y tarde. Entre toque y toque a la pared, los más pequeños aprovechan para secarse las gotas de sudor de la frente y continuar con la partida. “Hacemos competiciones todos los días y luego nos bañamos”, aseguran los jugadores.

CONVIVENCIA ENTRE GENERACIONES
Desde la tumbona, Mari Mar Zardoya aprovecha los últimos rayos de sol de la tarde. Para la vecina de Barillas, la unión entre la gente joven y los más veteranos hace que en la localidad se cree una atmósfera única. “Hoy en día es raro ver a gente joven que juegue, converse o pase tiempo con personas mayores más allá de sus familiares. Cuando nos juntamos aquí nos mezclamos un grupo muy variopinto. Somos como una gran familia”, expresa. Esti Galindo se suma a las palabras de Zardoya. “En las grandes ciudades resulta extraño que alguien de 20 años sea amigo de uno de 60 y viceversa. Aquí es lo más habitual porque al ser pocos hacemos migas entre todos”, sentencia Galindo.
