Verano en mi pueblo
Pasado y presente conviven entre las calles de Ablitas
'Diario de Navarra' recorre la geografía foral para hablar con los vecinos y visitantes, y mostrar cada sábado por qué el verano es tan espacial en los pueblos navarros, que se llenan de vida
- Paula Mas Ugarte
El ajetreo de media tarde mantiene a los vecinos de Ablitas dispersos por los distintos rincones del pueblo. Un paseo por la zona es suficiente para comprobar que su calidez y encanto no solo se pueden apreciar en verano sino que están presentes entre sus calles a lo largo de todo el año.
Con más de 2.500 habitantes, Ablitas es uno de los municipios con más densidad de población de la Ribera. Y se nota. Especialmente entre las terrazas de bares y restaurantes. Mientras sus padres toman algo, el pequeño Iker García Escribano corre con su bicicleta de un lado para otro. Unos metros más adelante, una niña pasea en patines y otros corretean detrás de un balón. Aunque al sol la temperatura supere los 30 grados, el calor no frena la afluencia de vecinos. Sentados en una terraza, Miriam Serrano Sandua apura los restos de una cerveza junto a sus amigos. “No hay nada mejor que el pueblo, nuestro plan de viernes es el que ves, tomar algo con buena compañía”, expresa entre risas. Junto a ella, Nerea Escribano Castro, sujeta entre sus piernas a su hijo Unai. “Para los padres estar aquí es sinónimo de tranquilidad. Los niños van a su aire y aunque hay que estar pendiente, puedes bajar más la guardia”, comenta.
La diferencia entre el invierno y el verano en Ablitas se aprecia especialmente en la población más jóven. “La mayoría se va a estudiar o trabajar fuera y los que se quedan, prefieren estar en grandes núcleos como Tudela, Pamplona o Zaragoza. En verano la gente vuelve porque se reencuentra con los amigos y aprovecha para ir a las fiestas de aquí y de pueblos de la zona ”, comentan algunas vecinas de la localidad.
TARDES A LA SOMBRA
Sentados en “el banco de siempre” Leonardo Serrano Enciso, Antonio Arriazu Serrano, Ilu Bonel Escribano, Liria Villafranca Arriazu, Francisco Ruiz Leorriz y Celina Arriazu Lumbreras pasan la tarde a la fresca. “Vivimos todos a unos metros y este banco es nuestro punto de encuentro de todas las tardes”, asegura Francisco Ruiz. Desde su asiento, las vistas son inmejorables. “Nuestras tardes se resumen en venir aquí cuando empieza a bajar el sol”, comenta Celina Arriazu. Su hijo, Felipe Martínez, no tarda en aparecer por la zona. “En el Casco Antiguo es donde más vive la gente mayor o que lleva toda la vida aquí en el pueblo”, explica. El joven ablitense coincide con su madre en que cada vez más son muchos los que eligen Ablitas como su lugar de residencia. “De los que llevamos toda la vida quedamos pocos pero el pueblo no ha dejado de crecer”, asegura.
Te puede interesar
Tulebras y su calma son el tesoro escondido de la Ribera
Ir a la noticiaUna de las señales más evidentes de que es un pueblo lleno de vida son los niños. Al igual que el pequeño Walid Zaitouni, muchos han convertido el vallado de las vaquillas en su propio parque de juegos. “Mola mucho jugar al escondite aquí, venimos todas las tardes”, afirma con emoción.
Te puede interesar
